Consensos sólidos servirán para producir reformas que cambien para siempre esta larga historia de crisis repetitivas y decadencia.
Se acerca un tiempo de decisiones mayores, para situaciones tanto o mas graves que las que ya hemos vivido; agravadas por la pandemia y la falta de los dólares necesarios para sostener la economía; cuya única fuente potencial son los ahorros privados que no se movilizarán ante semejante incertidumbre.
Los argentinos tenemos experiencias repetidas sobre este tipo de crisis y por tanto es esencial mirar lo que sucedió para evitar errores y aprender de éxitos.
Alfonsín probó con el componente “nacional y popular” de Grinspun ; pero debió acudir a la heterodoxia del Plan Austral, que funcionó hasta que el exceso de gasto y la falta de diálogo desordenaron el precario equilibrio y aceleró el desastre final. La economía no soportó la debilidad política.
Menem asumió con poder político, pero no logró consolidar un programa económico creíble, hasta que Cavallo, la convertibilidad y el discurso hacia los mercados hicieron un milagro. Política, economía, mensaje y apoyo social se unieron para salir de la crisis.
De La Rua careció de poder político y rumbo estratégico, por lo que todas las alquimias económicas intentadas fracasaron, dejando a Duhalde una bomba que nadie creyó se pudiese superar.
Si Duhalde tuvo un mérito , fue la combinación armónica de economía, política y discurso. Sostuvo a sus Ministros de Economía insistiendo en la solidez fiscal, aun cuando no fuese un discurso peronista ortodoxo; restableció relaciones con los centros del poder, a pesar de los maltratos de Bush y el FMI ; armó un gabinete realmente multipartidario ; escuchó a los empresarios con una referencia obsesiva a la producción; construyó un programa social novedoso y profesional. Y sobre todo, nunca lanzó consignas “progresistas” para satisfacer a su electorado .Y la economía se recuperó antes de lo esperado.
Nestor Kirchner destilaba progresismo mientras pagaba deudas y ensayaba superávits gemelos; y la economía reaccionó positivamente (sostenida por el precio de la soja), hasta que el progresismo le ganó a la buena economía, destruyó la inversión e inició la nueva decadencia a pesar de contar con poder político. Estas experiencias debieran servir hoy para no cometer los mismos errores, que pueden llevar a un pésimo final.
Por ello, para evitar males mayores, es importante que el Gobierno lea las lecciones de nuestra historia, que dicen que debe implementar un esquema con 4 elementos (y ninguno menos): un programa macroeconómico sustentable con apoyo del mercado; credibilidad sobre la capacidad política para manejar el nuevo programa; buena conexión con el mundo de modo de lograr confianza que abra mercados y provea financiamiento ; certidumbre sobre las instituciones jurídicas básicas. Nuestra experiencia demuestra como la falta de uno solo de ellos puede derrumbar todo el proceso.
Es por ello que un “Diálogo Social” sin ese sustento complejo, puede causar el peor de los daños: la perdida de confianza generalizada en toda la dirigencia reunida solo para una fotografía.
Por el contrario, consensos sólidos servirán para producir reformas que cambien para siempre esta larga historia de crisis repetitivas y decadencia. Este es el “otro camino” que nosotros- desde Juntos por el Cambio- proponemos para darle futuro definitivo a nuestra sociedad. Esperamos que el Presidente entienda que la ideología no puede superar las lecciones clarísimas de la historia.
El artículo fue publicado en el diario Clarín el 14 de octubre de 2020